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Se sentó frente al ordenador. Una única luz. La de la pantalla. Destellaban los cambios de links. Entradas y salidas. Información indispensable para seguir adelante con el abstract. Ideas propias y ajenas convenientemente citadas.
No quería una obviedad, pero a veces no nos dejan más remedio. Las paredes se angostan, necesito irme de esta maqueta de cristal. El vendedor es incansable. Juego con los lentes de sol que me regalaste en nuestra primera navidad juntas. El tipo es rubio y desgastante, ¿lo soportará la mujer? ¿hablará tanto también cuando tienen sexo? Qué progre, dirías vos. Sí, cuando cogen. Coger, hacer el amor, follar. Qué más da. Y el tipo fue a buscar al gerente. Tanta miseria será que hay. Solange estará preguntándose dónde estoy.
Tintineaba al paralelo el chat. Abrían las pantallas. Diálogos de chat. Información de congresos. Bibliotecas virtuales. MujerLes sólo quiero hablar nada de sexo virtual Más de medianoche. Comparativas de abstracts. Y qué buscás aquí? Letras digitalizadas. Thesaurus. Y cuántos años tenés? Diálogos. Chats.
Ella se caía entre las líneas del chat. No tenía otros diálogos desde tu último beso. Desde que te fuiste. Mujeres sí. Pero no diálogos. Para eso estaba el chat. Para no dialogar, para ‘estar’ con alguien sin preguntas, y sobre todo, sin respuestas.
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